sábado, 20 de noviembre de 2010

LA CRISIS IRLANDESA Y EL RIESGO MORAL


El mayor problema de nuestras economías no es la crisis en sí, sino las consecuencias futuras. Cuando se produjo el Crash del 29 las consecuencias a corto plazo fueron terribles: la depresión de la economía europea y las altas tasas de paro (rondaban el 30% en una sociedad con unas prestaciones sociales muy reducidas) favorecieron el ascenso al poder de Hitler y el estallido de la II Guerra Mundial (50 millones de muertos y el Holocausto). Sin embargo, en el medio plazo las consecuencias no fueron tan terribles, se reformuló la economía mundial y se consiguieron aliviar las tensiones sociales que vivía Occidente desde principios de siglo, es decir, se permitió incorporar social y políticamente a la clase trabajadora. Un éxito que dio lugar a la etapa de mayor prosperidad material y bienestar social colectivo de nuestra historia con la construcción del Estado del Bienestar. Tal vez, a largo plazo las consecuencias pueden ser desastrosas, ya que, la necesidad de prosperidad de capas de población cada vez más amplias ha generado una sociedad de consumo que está propiciando una crisis medioambiental terminal en nuestro planeta.

Este es, por tanto, el grave problema de la ciencia económica, una misma política tiene diferentes consecuencias en el corto, medio y largo plazo. Algo que no son capaces de valorar los votantes, que sólo piensan en su bienestar inmediato, del que es rehén la política. Este es el problema “real” por el que está atravesando Irlanda y, por extensión, también España y el resto del mundo.

En la década de los noventa Irlanda era el país con los índices de pobreza más altos de la Europa de los 15, todo el país era región objetivo número 1, es decir, tenía un nivel de renta que no alcanzaba el 75% de la media de la Unión Europea. Entonces decidió aprovecharse del euro y sus vecinos, redujo el impuesto de sociedades del 24% al 12,5%, el más bajo de Europa, y empresas como Google o Microsoft decidieron situarse en este pequeño país. Este aumento de la inversión, junto con unos bajos tipos de interés por estar dentro de la zona euro, aumentó el precio de la vivienda como nunca y… con ella el bienestar colectivo de los irlandeses: la renta per capita se situó como la segunda más alta de la Unión Europea (37.500 euros), la deuda pública estaba bajo mínimos (25% del PIB) y la tasa de paro se situó en posiciones cercanas al pleno empleo (7%).

Pero en el año 2008 se inició el desplome del precio de la vivienda y ésta arrastró todo su sistema financiero, para evitar una “gran depresión” el gobierno irlandés decidió garantizar todos los depósitos, es decir, asumir todas las deudas financieras de sus bancos. Esto evitó la caída en barrena de su economía, pero en el medio plazo hizo que el estado irlandés alcanzase un déficit público del 32% anual y una deuda que se espera sea tan alta en dos o tres años como la de Grecia (120%). El coste de esta deuda lo están pagando sus ciudadanos en recortes y en pérdida de autonomía política, al necesitar 50.000 millones de euros de otros estados europeos y del FMI, que para cobrarlos exigirán a sus ciudadanos más sacrificios sociales. Además, está el largo plazo… El Estado irlandés se ha hundido al asumir las pérdidas de sus bancos y éstos que han salido indemnes, ¿qué barrera tienen para no volver a hacerlo? ¿Cómo van a abandonar un modelo económico que les reporta jugosas primas por sus inversiones de riesgo y en el que el Estado les salva cuando entran en pérdidas? ¿Quién salvará a la economía, las empresas e, incluso, los bancos cuando el Estado ya no exista como tal? Con el resto del mundo, Irlanda, en el largo plazo, ha elegido el camino del abismo… Pero, ¿importa esto en el presente…?