lunes, 22 de octubre de 2012

¿SON SÓLO UNOS RESULTADOS ELECTORALES EN GALICIA Y EUSKADI?


Ellas siempre votan

En estas elecciones se ha demostrado que la izquierda, últimamente, siempre tiene las de perder. En primer lugar porque entre la ciudadanía pesa más el voto identitario que el social. No importa que una mayoría de la población sufra por los recortes, que una de cada cuatro personas esté en el paro o que más de un millón de familias tengan que acudir al servicio de emergencia de la Cruz Roja o Cáritas. Para el elector es más importante que agiten una bandera, algo que fácilmente hacen aquellos para quien ésta no representa nada y, por lo tanto, puedan manipular a sus seguidores hacia sus oscuras intenciones. ¿Es que alguien piensa que el PNV o CIU son diferentes al PP? ¿Acaso cuando gobiernan en minoría no buscan sus apoyos para recortar en derechos sociales? Pero que fácil es creer que las circunstancias de una economía globalizada y de un neoliberalismo que siguen con fervor todas las élites económicas y empresariales del mundo van a modificarse con un estado propio. ¿Por qué vemos necesaria la creación de nuevos estados–nación cuando fallan los viejos, si es el concepto decimonónico de nación el que es incapaz de enfrentarse a la globalización económica? No nos engañemos, Islandia no está creciendo porque sea un estado pequeño de cerca de 200.000 habitantes, ni porque se haya convertido en un paraíso fiscal (que no lo es), único modelo económico por el que sobreviven los microestados a costa del resto de la población mundial. Islandia ha crecido porque ha dicho que no va a pagar una deuda que han creado sus bancos privados, es decir, no va a hacer públicas las pérdidas y a privatizar los beneficios. Y este “no” de la ciudadanía, llevando al poder a un partido de izquierdas, es lo que le lleva a ser el país de Europa que mejor ha salido de la crisis económica.
Lo anterior es un análisis válido para el País  Vasco, pero en Galicia ha sido peor. Hemos vivido la derrota de la identidad de la izquierda. Esa izquierda posibilista que ha sido la más castigada por la crisis económica, porque ha sido incapaz de articular una alternativa creíble a la crisis económica, porque ella estaba en el poder cuando precarizó el empleo de la juventud, cuando irrumpió la quimera del mileurismo en nuestras vidas, cuando encontrar un trabajo fijo se convirtió en un desideratum para los jóvenes. El PSOE no deja de ser visto por éstos como el que colaboró en el recorte de los derechos sociales que él mismo había construido para nuestro país. El PSOE tiene que reconstruir esta imagen y no esperar a que el Gobierno le caiga como fruta madura del árbol, esperando a que el desgaste del PP haga su camino hacia el Gobierno. Este partido tiene que regenerarse por completo, soltar lastres con su pasado inmediato y ofrecer nuevas caras a un electorado hastiado de que la política en España suene como el bolero de Ravel, siempre la misma música. Pero la izquierda antisistema también ha salido derrotada en estas elecciones, porque después de ellas, en Galicia, sólo habrá una dirección política, la del “recorte”. Es decir, un 47% de participación electoral o menos, si se diera el caso, no va a hacer que el Gobierno que surja con una mayoría parlamentaria deje de implementar su política, una política neoliberal, que redistribuya los ingresos de los gallegos hacia las rentas más altas y el resto se quede en la miseria y sin unos servicios públicos que les asistan. Porque esta ha sido la gran victoria del neoliberalismo, hacernos pensar que nuestro voto no vale nada, entonces sólo valdrá su dinero, porque, además, a ellos el idealismo, la ética, el prestigio, etc. no les importa nada. Sólo les importan unos hechos que beneficien sus, ya de por si, abultadas cuentas corrientes, con la fuerza incontestada de la mayoría absoluta. Y cuando por la mañana los gallegos se levanten a protestar y manifestarse, desde el Palacio de Rajoy (irónico nombre para la sede de la Presidencia de la Junta de Galicia) se tendrá la legitimidad suficiente para seguir concertando servicios públicos que aumenten la deuda pública y recorten los derechos de los ciudadanos. Para que los ciudadanos conscientes sigan en la calle defendiendo los derechos de la mayoría y una mayoría parlamentaria, gestionada con el voto inconsciente de la abstención, siga manejando los hilos del poder en su beneficio.
La izquierda del siglo XX tuvo algunas victorias significativas, como el Estado del Bienestar, cuando se dio cuenta de que junto a la presión social (algo imprescindible para el crecimiento de nuestras sociedades), tiene que existir una acción de gobierno que transforme sus aspiraciones en ley, para que las reivindicaciones del movimiento social se conviertan en un derecho. No perdamos estas prácticas tan valiosas: ni nos desmovilicemos, ni dejemos de votar.