domingo, 22 de junio de 2014

¿QUÉ LEGITIMIDAD TIENE FELIPE VI COMO REY DE ESPAÑA?

La escasa legitimidad de Felipe VI se debe a que, como pasó con su padre, éste se muestra heredero de un régimen decrépito que está siendo superado por los acontecimientos de la calle. La sociedad que surge de la crisis de 2007 es una sociedad más pobre y desigual que la que se vivió en los años anteriores y ha hecho culpable, por igual, a aquellos partidos políticos que vienen construyendo el modelo económico y social desde la Transición, una historia de éxito que ha sido quebrada y nadie acierta a reconstruir.
En los Seis libros de la República  (1576) Bodín justificaba la monarquía al ser los reyes los lugartenientes de Dios en la tierra. En un mundo, la Edad Moderna, donde el pensamiento religioso todavía dominaba el discurso intelectual de la época, la monarquía encontraba su espacio teórico. También lo encontraba en el sentido práctico, las monarquías eran fuente de centralidad y desarrollo del estado moderno, frente a los poderes medievales intermedios (nobleza e Iglesia) que fracturaban la soberanía de los estados. Pero la Edad Moderna, un período de transición entre esos poderes universales del medievo (Iglesia y el Imperio) y la afirmación de los Estados a través de las monarquías absolutas, también justificó este modelo político desde el punto de vista de la razón. Thomas Hobbes en el Leviatán (1651) justifica la monarquía absoluta como la mejor forma de gobierno porque el “hombre es lobo para el hombre”, es decir, porque si no existe una autoridad incontestada la sociedad deviene en guerras y conflictos sociales. Hobbes era hijo de una Europa arrasada por las guerras de religión, en la propia Inglaterra los súbditos anglicanos se habían levantado contra el autoritarismo católico de Jacobo I y habían acabado con su cabeza.
La obra de Bodín, Hobbes, las guerras de religión, la necesidad de contener a los poderes intermedios medievales, etc. crearon un contexto histórico donde la monarquía era la forma de gobierno incontestado en toda Europa, excepto en Suiza. Es de este contexto de donde viene la legitimidad de gobierno de la casa de Borbón en España, ganada a través de la la Guerra de Sucesión (1704 – 1713), pero nadie que legitime a Felipe VI puede buscar en estos principios el porqué de su coronación como Jefe del Estado en España. Entonces la pregunta sería, ¿qué legitimidad tiene? Su padre Juan Carlos I heredó la jefatura del Estado de Franco que en 1969 modificó la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado (1947) para declararlo heredero a su muerte. Es decir, la monarquía en España se empezó a construir sobre la legitimidad que había construido la dictadura de Franco a partir de su victoria en la Guerra Civil. Ésta, en la Transición, y con el acuerdo de la mayoría de partidos políticos que participaron en el proceso, se intentó revestir del oropel de la democracia. Su jefatura del Estado se incluyó en la Constitución de 1978 y ésta fue aprobada en referéndum por el 58,97% del censo electoral y el 87,78% de los votantes. Es decir, Juan Carlos I había ganado un hueco en nuestra Constitución y su papel en el 23 de febrero de 1981 hizo que se ganara a la opinión pública.

Pero tal vez deberíamos preguntarnos como Cadalso en sus Cartas Marruecas (1789) que nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese otro que se llamó como yo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo. Si acordamos que Felipe VI no puede legitimarse en la guerra que ganó Felipe de Anjou a principios del siglo XVIII, tampoco debería fundarse en lo que hizo su padre y en el proceso de Transición. Dicho proceso es lo que están utilizando aquellos partidos encumbrados hace cuatro décadas y que no quieren perder sus parcelas de poder. ¿Hasta cuándo llega la legitimidad de la Transición? Una generación, dos, tres o, como ya dijera Cadalso, ochocientos años. Pero, volvamos a los clásicos, al Contrato Social (1762) de Rousseau donde nos dice: toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley. No se puede ser un demócrata a medias o confiar en la soberanía nacional sólo cuando nos interesa, porque ésta hasta el momento es la única legitimidad que funda nuestras democracias y Estados y Felipe VI reinará, pero no convencerá.