miércoles, 12 de octubre de 2011

LA PERSEVERANCIA DE LOS PREJUICIOS: EL LIBERALISMO


¿Qué otra cosa que no sea un prejuicio es lo que nos está llevando al abismo? Es decir, la reiteración en el error. Éste es la perseveración en la siguiente falacia, es decir, el hábito de emplear falsedades en el daño ajeno que, en el caso que nos ocupa sería la supuesta eficiencia de nuestra sociedad capitalista en la asignación de nuestros limitados recursos, como la economía ha puesto de manifiesto en los últimos años una y otra vez.

En las economías de todo el mundo el crecimiento se deteriora y se convierte en decadencia, el número de parados se dispara y el número de habitantes que caen en el abismo de la pobreza se multiplica. Además todo esto se sucede con un hundimiento del mundo empresarial y financiero; tarde o temprano las mayores empresas del mundo y los principales bancos, si seguimos en esta senda, acabarán también quebrando, ya que con la crisis y las prácticas de reducir los déficits las opciones de consumir sus productos se reducen. Los datos que producen vergüenza ajena se multiplican (si existiera inteligencia en otros mundos que observasen nuestra decadencia económica y moral). En España la tasa de paro alcanza el 20% y se acerca peligrosamente a los 5 millones, en Inglaterra en sólo dos años el número de niños que se sitúan bajo el nivel de pobreza ha aumentado en 600.000 hasta los 3,1 millones, en Estados Unidos toda la voluntad de políticas de estímulo económico no consiguen bajar la tasa de paro del 10% y alejar la posibilidad de una doble recesión, en Grecia todas las medidas de recorte auspiciadas por Europa y el FMI sólo consiguen hundir más su crecimiento económico y hacen impagable una deuda que pone en riesgo todo el sistema financiero internacional y… un largo etcétera.

Pero es que, además, los desequilibrios que originaron esta crisis continúan vigentes, nadie se atrevió a tomar medidas que los corrigiesen. Personalmente creo que no estamos en un debate sobre keynesianismo o política de la oferta; lo primero es necesario para aguantar lo mejor posible las pérdidas sociales y económicas de la crisis, pero sin reformas a largo plazo los recursos del Estado también se agotarán y el riesgo de que nuestras sociedades se caigan por el abismo de la impotencia, la inacción, los radicalismos, la ruptura de la estabilidad social y política, etc. se hace cada vez más cercana. Respecto de la segunda teoría económica me niego a discutirla, es la que impera hegemónicamente en las pautas de actuación económica de los mercados y los estados, siendo esto precisamente lo que está agudizando nuestra caída.

Estos desequilibrios a largo plazo se sitúan en una España que es incapaz de encontrar la senda del crecimiento sino es a través del “ladrillo”, es decir, todavía muchos agentes económicos y políticos del país sitúan la etapa de crecimiento que se vivió entre 1994 y 2007como un reflejo de bienestar. Esta fue la fase de crecimiento económico más larga de nuestra historia, pero pivotaba sobre sectores tan improductivos como el crédito fácil y la construcción de viviendas residenciales, además las circunstancias internacionales han cambiado respecto a la facilidad del crédito, ya no hay empresas públicas que vender y sanear fácilmente las cuentas públicas y, ya se sabe, segundas partes nunca fueron buenas y menos en economía. Lo mismo sucede a nivel internacional donde Asia, especialmente China, sigue acumulando ahorro y divisas internacionales y Estados Unidos sigue alimentando su crecimiento en base al doble déficit comercial y estatal, cuya suma se ha mantenido en estos cuatro años imperturbable entre el -15 y -20% anuales. Además las agencias de calificación, aquellas que deben decirnos cuál es la situación financiera real de empresas, bancos y estados para invertir nuestro dinero, siguen siendo juez y parte, es decir, siguen siendo también banca de inversión. Éstas han apostado por las caídas, por lo tanto, les interesa crear un ambiente de crisis, ya que si se produjera una recuperación volverían a perder crédito y clientes. Además los mercados internacionales siguen desregulados, por cada euro de economía real 40 son ficticias y no pagan impuestos, su origen puede ser el más inmoral de los negocios y el drenaje de recursos que generan sobre la economía productiva frena cualquier posibilidad de crecimiento económico productivo, social y sujeto a derecho.

Pero, claro, aquellos que detentan el poder en estas sociedades siguen beneficiándose de los errores y pérdidas de los demás; para unos pocos los beneficios del capitalismo no son falacias, sino jugosas realidades, como ha puesto de manifiesto la biografía de cualquier especulador popular de las últimas décadas como Soros, Buffet, Madoff o el recién entrevistado en la BBC, por cierto hasta los primeros sugieren la necesidad de regular el sistema.

Pero, ya se sabe, de nada sirven los datos y las evidencias, los prejuicios arraigan en nuestras mentes de tal modo que la realidad se deforma ante ellos para hacerla comprensible. La desregulación, la política monetarista, la globalización de los mercados, el crédito fácil, etc. son conceptos que seguimos asociando a riqueza, crecimiento, progreso social, aunque llevemos cuatro años caminando en la dirección contraria. Sólo espero que, con la aceleración de la historia, las mentalidades también crezcan más rápido que en el pasado y que el 20-N no se convierta en una vuelta a los desequilibrios de 1996. Que los nuevos gestores electos no vuelvan a liberalizar suelo como medida económica central de nuestras administraciones sería algo deseable, porque, no lo olviden, ni hay crédito internacional que financie esa aventura, ni el Estado puede ya sujetar las pérdidas billonarias que volvería a ocasionar y, por último, consideren la siguiente pregunta ¿De dónde creen que vienen los cinco millones de parados y la necesidad de que todos con nuestros impuestos refinanciemos nuestro sistema financiero y el Estado se quede sin recursos y con abultados défictis?