martes, 4 de enero de 2011

CURSO POLÍTICO 2011


Este año que dejamos ha sido el de la pérdida de la inocencia para toda una generación de españoles, del PSOE y, sobre todo, de su presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Un año que creo ninguno de los tres olvidará.

Para los españoles ha sido el final “real” del sueño del ladrillo. Es cierto que la crisis comenzó en el año 2007, pero ésta fue una crisis financiera y empresarial que ha tardado en filtrarse al conjunto de la sociedad, ya que el crecimiento económico de los años anteriores nos ha permitido amortiguar la mayor crisis económica de la historia de nuestro país en términos de decrecimiento del PIB y destrucción de puestos de trabajo.

Pero, poco a poco, la crisis del sector inmobiliario y el final del “boom” de la construcción inició un proceso de destrucción de empleo que, a lo largo de dos años y medio, ha dejado la tasa del desempleo en España en torno al 20%. Esta fría estadística se cifra en la tragedia diaria de cinco millones de personas que se encuentran marginadas, en una sociedad que sigue situando al contrato de trabajo como principal vehículo de integración social. A lo largo de los años anteriores todavía existía cierta esperanza de que esta situación fuese algo temporal, la crisis financiera era algo coyuntural, la industria podía ocupar rápidamente el lugar que ocupaba el ladrillo o, incluso, todavía hoy hay gente que piensa que el millón de pisos en stock se pueden evaporar y el ladrillo podría volver a ser el principal sector de inversión y crecimiento económico de este país. Por lo tanto, en la ciudadanía se ha instalado la sensación de que esta crisis ha venido para quedarse entre nosotros y ya sabemos todos los tópicos sobre las crisis económicas: el miedo sólo alimenta al miedo, el crecimiento de la economía se basa en un estado de confianza, sólo hay que tenerle miedo al miedo… Por cierto, la última frase la dictó F. D. Roosvelt en una conferencia radiofónica durante los años centrales de la Gran Depresión.

A esta situación de desesperanza se suma la del PSOE; todavía recuerdo las palabras que resuenan en mi cabeza de un eximio catedrático de historia de la Universidad de Salamanca: las políticas progresistas en este país han pasado, pasan y pasarán por el Partido Socialista Obrero Español. Ésta no es la primera crisis económica que ha afrontado el PSOE, de hecho, durante la II República afrontó la Gran Depresión, aunque en España, como era un país atrasado, agrario y poco internacionalizado en sus mercados, ésta pasó rozando nuestras estructuras sociales y económicas que ya bastante dañadas estaban sin necesidad de ayudas exteriores. De nuevo, cuando llegó al poder en 1982 tuvo que afrontar la salida de la crisis del petróleo de 1973, que en nuestro país se había retrasado por las necesidades del momento, una transición política desde la dictadura de Franco hasta la democracia que hizo que nuestras elites políticas narcotizaran las consecuencias sociales de la crisis y no se tomaran medidas necesarias a su tiempo, pese al esfuerzo moderador que fueron los Pactos de La Moncloa. Éste consiguió moderar nuestras altas tasas de inflación, que se había situado cercana al 25%, al tiempo que modernizó nuestro sistema fiscal, destacando la creación del IRPF que, por primera vez en nuestra historia, introducía cierta progresividad y equidad en la recaudación de impuestos. Aún así la modernización de nuestro sistema industrial la tuvo que llevar a cabo el PSOE y de la crisis se salió en 1985. Pero éste tenía mayoría absoluta, lo que le permitió afrontar una modernización de nuestro aparato productivo sobre unas industrias que se consideraban obsoletas y poco eficientes. Unas industrias que habían sufrido más que ninguna el incremento del precio del petróleo y que, en su mayoría, habían sido nacionalizadas (siempre haciendo públicas las pérdidas privadas) durante los últimos gobiernos del franquismo y de Adolfo Suárez. Pero ahora al PSOE le tocaba echar el cierre, despedir a miles de trabajadores y hacerlo, además, en los sectores donde los sindicatos (gran parte de su apoyo social) eran más fuertes: siderurgia, industria naval, extracción de minerales… Lo hizo con huelgas, un gran coste social, la ruptura con el mundo sindical y cierta pérdida electoral… Pero siguió gobernando, recogió los frutos de sus medidas, algo que recordaron las generaciones futuras, y además creó un legado social: prejubiló a los trabajadores reconvertidos, creó regímenes de inversión especiales para las regiones desindustrializadas… Además durante los años de crecimiento económico universalizó la sanidad, educación y pensiones, creando las bases de nuestro moderno estado del bienestar. Sin duda, algo para recordar.

No le fue tan bien durante la crisis de 1993, que también situó la tasa de paro en niveles superiores al 23%, pero ésta fue una crisis corta, duró sólo dos años. Las medidas de sacrificio social, que no fueron excesivas, seguían teniendo como objetivo seguir modernizando nuestro país, en este caso cumplir los criterios de convergencia y preparar a nuestro país para la entrada en el euro. Un objetivo discutible pero… un objetivo al fin y al cabo. Además, aunque el PP ganó las elecciones de 1996 y, por tanto, fue el gran beneficiado de la salida de la crisis, el PSOE también se llevó el éxito menor de que fuera su ministro de economía, Pedro Solbes, el que iniciara las bases de la recuperación y de una nueva política económica continuada con éxito por Rodrigo Rato.

Ahora el PSOE se nos presenta como un partido, de nuevo, que afronta la crisis económica, pero esta vez sin contrapartidas sociales, sin un objetivo modernizador y sin una visión clara de salida. El año 2010 lo despedimos con la transformación del subsidio de 426 euros para los parados que hubiesen agotados las prestaciones por desempleo en una ayuda a la formación, el final de las desgravaciones por la compra de vivienda, del cheque bebé, el endurecimiento de las condiciones de acceso a los créditos vivienda, la reducción retroactiva en lo salarios de los funcionarios, el endurecimiento de las condiciones para acceder a los créditos que financian a las rentas más bajas el acceso a los master, aumentar la edad de jubilización obligatoria desde los 65 años hasta los 67 años en 2027, etc. Este sacrificio social no se hace ni para entrar en el euro, ni en Europa, ni modernizar nuestra estructura económica, son tributos a unos mercados financieros que han decidido que somos insolventes. ¿Cuál es, por tanto, el rumbo del gobierno, el PSOE y la sociedad española? Hacer sacrificios en la nada se hace, si cabe, más duro todavía. Además se realizan bajo la perspectiva futura de un crecimiento económico plano y con altas tasas de paro persistentes, así como, una derrota electoral cercana. Si yo fuera dirigente del PSOE me preguntaría en beneficio de qué partido estamos gobernando…

El último en perder la inocencia parece ser que es nuestro presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. A él sólo me gustaría recordarle los principios que asumió cuando presentó su candidatura a la secretaría general del PSOE, en León, el 25 de junio del año 2000:

1. Construir una sociedad que acepte a todos los inmigrantes.

2. Dar prioridad a la educación y crear empleo estable.

3. Dar a los padres más tiempo para pasar con sus hijos y cuidar a los ancianos.

4. Promover la cultura.

5. Convertir a España en un país admirado por ayudar a los más necesitados.

6. Ayudar a éstos con iniciativas de calidad.

7. Fomentar la democracia, adecentar la política y promover los valores por encima de los intereses coyunturales.

En su gesto se nota que ya no es el presidente que creía que la política era la ciencia del posibilismo, el espacio donde la esperanza se podía transformar en realidad… y él iba a ser el ejecutor de los deseos de sus conciudadanos. Hoy, más bien, parece algo más cercano a El príncipe de Maquiavelo, un político pragmático… que no duda en utilizar cualquier medio para cumplir sus objetivos (aumentará la edad de jubilación le pese a quien le pese, no le temblará el pulso a la hora de tomar al medidas que crea necesarias, etc.) Pero, no lo olvide, Sr. Zapataero para Maquiavelo esto sólo se podía hacer en beneficio de la comunidad civil organizada en Estado, es decir, para reforzar el Estado, no para debilitarlo, en ningún caso para favorecer a una oligarquía privada… Y esto ha sucedido en ocho cortos meses, seis años de mandato que se ven empequeñecidos por las decisiones de ocho meses de mandato. Le queda un año y medio, espero que no haga más méritos, su talante se haga más duro, las nuevas medidas hagan pequeñas a las anteriores y, en todo caso, se explique. Toda persona decente explica las evoluciones de su carácter, para dar seguridad a las personas que le rodean y confiaban en ella. Esto debería ser obligatorio en un presidente del gobierno que tiene que dar tranquilidad a toda una nación, confianza a sus votantes y seguridad a su partido en este año que se aproxima.