sábado, 18 de diciembre de 2010

WIKILEAKS Y LOS ESTADOS


Tras varios días sometido a la vorágine de información vertida por Wikileaks creo que ha pasado el suficiente tiempo como para reflexionar sobre este nuevo acontecimiento que ha acaparado la atención mediática de nuestras vidas.

Creo que el hecho de hacer partícipe al conjunto de la población sobre los aspectos más oscuros de su diplomacia no es algo que tenga consecuencias negativas. Internet debe convertirse en una poderosa arma en beneficio de la sociedad civil que, de una vez por todas, sea capaz de contrarrestar el monopolio que tienen sobre los canales de información las grandes corporaciones empresariales o los estados.

Lo anterior es lo que realmente hace novedoso el proceso, aunque la información vertida no nos llame especialmente la atención. Que la diplomacia y los Estados se hayan manejado opacamente, escondiendo sus aspectos menos deseables, no es algo nuevo, pero siempre se había protegido a través de las verdades a medias o la “duda razonable”. Es decir, a partir de las filtraciones de Wikileaks ya nadie puede hacernos dudar de unos Estados que van más allá del derecho para conseguir sus fines.

Pese a lo anterior tampoco creo que se hayan descubierto grandes secretos de Estado que vayan a cambiar el curso de la historia, tal vez sí nos hemos dado un poco más de cuenta de que la pérdida de hegemonía de Estados Unidos en el mundo es cada vez mayor. Sólo China, su probable sustituto en el cetro mundial, se salva de este proceso de transparencia informativa y…, casualidades de la historia también fue un proceso de transparencia informativa: la Glasnot, lo que inició el hundimiento del Imperio Soviético.

El paralelismo que me parece más interesante es que cuando un poder se muestra débil su actuación es errática, y esto es lo que le ha sucedido a Estados Unidos con Julian Assange. Si el tío Sam se encontrase seguro como país hubiera actuado con un criterio más claro. Podría no haberle dado importancia al tema y seguir enrocado en su hipocresía para generar la “duda razonable” en un buen número de ciudadanos, podría haber presionado a los periódicos que están dando cobertura informativa al proceso o, en el peor de los casos, haber eliminado con sus servicios secretos a Assange (no me refiero sólo físicamente, Maquiavelo también podría haber destruido su prestigio moral, económico, etc.). Sin Embargo ha actuado como los altos dirigentes del PCUS, cuando el 18 de agosto de 1991 ven la inminente disolución de la URSS y optan por una vía que anteriormente habían utilizado con éxito: el uso de la fuerza militar. Estos sacaron los tanques a las calles moscovitas, pero fueron incapaces de aplicar los mecanismos de terror y represión que con efectividad habían empleado en Polonia en la década de los ochenta, en Praga en el 68 o en Hungría en el 56.

Lo mismo se puede decir de Estados Unidos que en la década de los cincuenta desató la famosa “caza de brujas” contra el pensamiento crítico y disidente. El senador Joseph McCarthy y su Comisión de Actividades Antiamericanas condenó al exilio, el trabajo bajo pseudónimo y la pérdida de trabajo a artistas e intelectuales sobresalientes del país como Bertolt Brecht, Frank Capra, Charles Chaplin, Dalton Trumbo, John Garfield, etc. Autores éstos que pese al desprestigio del macarthismo en la segunda mitad de la década de los cincuenta, en la mayoría de los casos, no recuperaron su trabajo y, en ningún caso, su posición social anterior. Sin embargo con Assange Estados Unidos, sus aliados europeos y las grandes multinacionales no saben como actuar. Primero lo detienen con acusaciones que buscan el desprestigio público, se le acusa de haber forzado a una mujer en sus relaciones sexuales al situar todo su peso sobre ella, es decir, se le acusa de violación… Aunque al poco tiempo se le libera y se considera que dichas acusaciones tienen escasa probabilidad de progresar. En resumen, un proceso que sólo ha aumentado la popularidad de aquel al que se supone el enemigo público número uno de los estados occidentales. Lo mismo pasa con unas corporaciones empresariales, como MasterCard, que colaboran con la justicia a la hora de bloquear sus cuentas, pero rectifican a las pocas horas ante los ataques de los hackers que dejan pérdidas millonarias en sus cuentas de resultados.

En resumen, creo que son menos interesantes los supuestos “secretos desvelados” y mucho más el desarrollo de un nuevo proceso histórico: “la batalla por el control de la información en al red”, que está dejando descolocados y sin respuesta a los estados tradicionales y…, ya veremos, si sus consecuencias harán, como lo hizo su paralelismo histórico, tambalear algo más que el vetusto y acartonado concepto que teníamos de nuestros embajadores, servicios secretos, etc. Por cierto, mientras escribo estas líneas no puedo dejar de pensar en la maravillosa “flema” que David Niven mostró en su papel de embajador británico para la película: 55 días en Pekín.