lunes, 23 de septiembre de 2013

MERKEL Y EL SUFRAGIO CENSITARIO


Tras la Revolución Gloriosa de 1689 en Inglaterra se estableció la Monarquía Parlamentaria, es decir, el Rey quedaba limitado en su poder absoluto y tendría que gobernar con el Parlamento. Éste se dividió en dos cámaras, la Cámara Alta donde estaba representada la nobleza y las altas jerarquías del clero anglicano y la Cámara Baja expresión de la soberanía nacional. Pero para que esta soberanía representase los intereses de los propietarios se estableció el sufragio censitario. El utilitarismo y el liberalismo salieron en defensa de este modelo político que establecía que sólo los propietarios (individuos con determinado nivel de renta) eran un cuerpo útil para la nación; sólo ellos, un total de 200.000 para 16 millones de habitantes con que contaba Inglaterra, tenían la dignidad suficiente para representar los intereses colectivos de la nación. El resto de la población, pobre de solemnidad, debería esforzarse por mejorar su condición, promover la riqueza del país y, de este modo, alcanzar la dignidad de la representación política. En 1928, y tras décadas de lucha de los movimientos sociales, el Reino Unido establecía el sufragio universal y la Inglaterra de Charles Dickens se empezaba a abandonar en el pasado.

Pero la clase económica, desde la autosuficiencia que le ha dado su posición, aunque ésta sea heredada, siempre ha querido recuperar su hegemonía política, como corresponde a la parte útil, emprendedora y productiva de la nación. Pero la democracia, sobre todo tras el hundimiento de los fascismos en la II Guerra Mundial, se había prestigiado sobremanera y, ante todo, había que mantener la ficción democrática y constitucional, que era lo políticamente correcto para hombres de tan grandes miras. Así que tuvieron que montar un escenario democrático bajo el que se escondiera un gobierno censitario. Se inventaron, de este modo, la UE y el euro en el año 2002. En el centro Alemania, un país profundamente conservador y apegado a sus tradiciones, una de ellas el ser el principal centro financiero e industrial de Europa. Desde su hegemonía económica e ideológica (más lo segundo que lo primero, ya que su PIB es sólo el 24,5% del de la UE) impone el austericidio al conjunto de Europa. Este modelo continuará, porque como en Europa no existe una verdadera democracia, la política económica sólo debe tener éxito para 13 millones de votantes, frente a los más de 500 millones de ciudadanos con derecho a voto en las elecciones europeas. Es decir, en la actualidad, el sufragio censitario se establece para el 2,6% de la población. El mecanismo es más refinado que en el siglo XIX, los votantes no tienen por qué ser ricos, pero los resultados son los mismos: una mayoría de población que debido a la ausencia de derechos políticos sufren las consecuencias de las políticas económicas que sólo benefician a la gente que tiene el control del sistema político.