martes, 8 de mayo de 2012

LA ENCRUCIJADA POLÍTICA DE EUROPA: GRECIA Y HOLLANDE


Este fin de semana se han producido dos elecciones claves para Europa, en dos países con un gran significado histórico y actual. No podemos olvidar que fue en Grecia, a finales del siglo VI a.C., cuando un reformista Clístenes creó las bases del sistema institucional que acabaría dando lugar a la primera democracia (sin mujeres, esclavos y extranjeros) de la historia, bajo el principio de la isonomía o igualdad ante la ley. Este mismo principio, la igualdad ante la ley sería lo que animó a los franceses para llevar a cabo una revolución en 1789 y sentar las bases de un nuevo modelo político que dejaba arrinconadas en el cuarto oscuro de la historia, de un modo definitivo, las diferencias entre personas según su nacimiento, es decir, la sociedad estamental. De nuevo, bajo el principio jurídico de “igualdad ante la ley” se creaba un régimen liberal que sería la base sobre la que se construyeron en los siglos posteriores nuestras democracias.

Este principio de la “igualdad ante la ley” siempre ha estado asociado en la conciencia de Occidente a la idea de justicia y, en cierto modo, este es el sentimiento que los ciudadanos creen que se ha vulnerado con esta crisis y que ha generado la pequeña revolución política del 6 de mayo. En esta crisis que se produce bajo democracias consolidadas, sin embargo, la redistribución de los costes no ha sido nada igualitaria. Las instituciones europeas se han preocupado exclusivamente por sanear el balance de los bancos (prestándoles dinero al 1% mientras éstos lo prestan al 5%) y de los Estados (Plan de Estabilidad que quiere acabar con el déficit público), pero hasta ahora no se han preocupado por sanear la economía del hombre de la calle. El paro y la reducción del poder adquisitivo de millones de votantes por primera vez, desde la II Guerra Mundial, no han sido una prioridad en la agenda de nuestros políticos. Y todo esto no ha sido casualidad, ni una cuestión de verse arrastrados por las circunstancias, en todo caso, se han visto arrastrados por su propia ideología. La situación que vivimos es producto de esa nueva conciencia de aristoi que viven las elites económicas en nuestra sociedad y sus representantes políticos, el mal llamado centro–derecha. Como éstos consideran que son mejores gestores económicos que la mayoría, pese a llevarnos a la mayor recesión de Occidente desde el Crack del 29, su política se ha basado en concentrar la riqueza en sus manos a ver si, de ese modo, podían multiplicarla y sacar a las economías de la recesión.

La propuesta anterior no sólo no ha tenido resultado, los países que han recortado más fondos de su economía productiva y que más recursos han concentrado en el sistema financiero han tenido unos resultados desastrosos y la Gran Recesión la han transformado en una Doble Gran Recesión, de modo que a las década perdida que se presuponía para sus economías se le puede ir sumando otra más. Esta situación ha hecho más evidente, si cabe, la sensación de vivir bajo un sistema profundamente injusto con aristoi o ciudadanos de primera que son salvados por el Estado en todos sus errores económicos y una mayoría de demos o pueblo que es dejado a su suerte. Pero los mercados, la Acrópolis o fortaleza moderna de los aristoi, no votan, éstos pueden constreñir nuestras políticas económicas pero no dirigirlas, porque la ciudadanía se puede rebelar y votar, en último término, a un tirano, es decir, a un partido populista que modifique las reglas de juego, incluso, de los mercados. Sin llegar a este extremo esto es lo que ha sucedido en Grecia y Francia.

En Grecia nos acercamos más a la elección del tirano. Un pueblo que lleva durante años sufriendo unos recortes inhumanos y la humillación constante de sus socios europeos ha hundido a los partidos mayoritarios; el PASOK y Nueva Democracia han pasado de contar con el 78% del electorado a sólo el 32%, entre los dos serían incapaces de formar un gobierno con mayoría suficiente. La Coalición de Izquierda Radical (Syriza) ha pasado a ser la segunda fuerza política más votada con un 16,76% de los votos y el Partido Comunista alcanza el 8,5% de los votos y los neonazis de Dorado Amanecer el 6,5%. Con estos resultados el mensaje del pueblo ha sido claro, cualquier opción, incluido el populismo, menos el mantenimiento de unos recortes que eran ya inasumibles. En Grecia la política ha recuperado el cetro frente a la economía, pero a costa de aumentar la incertidumbre respecto del futuro.

Francia, sin embargo, se ha mantenido en el consenso de Posguerra; el Partido Socialista, después de 17 años ha recuperado el poder frente a los gaullistas, liderados en este caso por Sarkozy. Además, ésta imagen del consenso, parece reforzada por el hecho de unos electores que se muestran cansados de las aventuras políticas de Sarkozy y giran hacia un buen contable como Hollande. Sin embargo, aquí las expectativas son mayores que en el caso anterior. Las políticas de austeridad estaban asociadas al tándem Merkozy y Hollande se encuentra en la responsabilidad, como Clístenes en el siglo VI a. C., de dar una salida política a la crisis económica que vuelve a hacer sentir al ciudadano cierta sensación de justicia, de amparo por el Estado que sostiene con sus impuestos y trabajo, y de confianza en el futuro. Un reto, sin lugar a dudas, titánico, que pasa, de nuevo, por una reforma política que haga de Europa un estado y no sólo un mercado.