FUENTE: http://www.20minutos.es/noticia/2645089/0/junts-pel-si/negociacion-cup/artur-mas-carles-puigdemont/
Este fin de semana, según se
resolvía, de modo cada vez más estrambótico, el llamado procés catalán, aproveché para
ver la película del director italiano Roberto Andó Viva la Libertá. Esta obra nos recuerda que, en la Europa actual,
sólo un loco sería capaz de romper con la historia de los partidos políticos
que guardan en su interior diferentes facciones que, en el mejor de los casos,
representan las voces de un pasado que ya no existe. La contradicción de
nuestro tiempo es que afrontamos los problemas de un futuro, cada día más veloz,
con el ojo centrado en el retrovisor de la historia más cercana.
La política es un espacio que no
se puede evitar, de ella depende la organización de la sociedad en la que
vivimos, ni siquiera cuando ésta es capturada por una dictadura uno abandona
dicho espacio, por mucho que ésta lo proclame. El problema se sitúa, por tanto,
en la utilidad de dicho espacio. Una utilidad que se manifiesta cuando conseguimos
que el individuo en particular y la sociedad en su conjunto ganen espacios de
libertad. La Constitución de 1978 se legitimó, en el peor de los casos, porque
generaba un nuevo espacio de libertad frente a la España de Franco, lo que dio
confianza en el futuro a la gente que la apoyó. Un futuro que se está quebrando
a partir de la crisis económica que se inició en 2007 y su manifestación más
política, el llamado procés. Pero la
respuesta no ha sido como en la década de los 70, abriendo nuevos espacios de
libertad, sino encerrándonos en lo peor de la política: la negación de la
realidad, los pactos contra natura, el chantaje y los pactos entre unas élites
políticas que sitúan sus intereses por encima de la sociedad que construyen. Una
parte importante de la ciudadanía no va a entender cómo algo tan importante
como la construcción o destrucción de un Estado esté al margen de su voto.
A los que estamos a favor de que
Cataluña continúe dentro del Estado español sólo nos cabe intentar convencer a
la sociedad catalana que no piensa como nosotros de por qué es mejor seguir
aquí, de por qué es absurdo construir como instrumento de lucha un Estado–nación,
propio del siglo XIX, para luchar contra el capitalismo globalizado del siglo
XXI, donde hasta la soberanía a través de referéndums es quebradiza. A lo nuevo
no hay que responder bajo los supuestos del pasado y el miedo, hay que afrontar
los problemas racionalmente, discutirlos en libertad y aceptar la conclusión a
la que se llegue, aunque ésta no sea la mía. Para despedirme recordar, como lo
hace Toni Servillo en la película Viva La Libertad, las palabras que dedica
Bertolt Becht a los que dudan:
Dices que nos va mal.
La oscuridad
crece. Las fuerzas
flaquean.
Después de trabajar
tantos años
nos encontramos ahora
en una situación
más difícil que cuando
comenzamos.
El enemigo es ahora
aún más fuerte que
nunca.
Parece que haya
crecido su fuerza. Ha cobrado
una apariencia de
invencibilidad.
Mientras que nosotros
hemos cometido errores,
es inútil negarlo.
Cada vez somos menos.
Nuestras
consignas son
confusas. Una parte
de nuestras palabras
ha sido tergiversada
por el enemigo hasta convertirla en
irreconocible.
¿Qué es erróneo,
falso, de todo aquello que hemos dicho?
¿Una parte o todo?
¿Con quién contamos
todavía?
¿Somos supervivientes,
arrastrados
por la corriente?
Quedaremos rezagados, sin
comprender ya a nadie,
incomprendidos por todos.
¿O podemos contar con
la buena fortuna?
Esto preguntas. No
esperes
otra respuesta que no
sea la tuya.