sábado, 11 de febrero de 2012

INSIDIAS: DÉFICIT PÚBLICO Y REFORMA LABORAL


Generalmente a un gobierno se le asignan cien días de beatitud, es decir, cien días donde aceptamos su éxito electoral, presuponemos sus buenas intenciones y no le culpamos de los desarreglos políticos. Pero la emergencia de la crisis económica hace prácticamente imposible mantener esta tradición, nuestra proximidad a los seis millones de parados lleva al gobierno a multiplicar sus acciones y reconfigurar nuestro espacio económico, social y, en último término, político.

Sus políticas económicas se iniciaron con las insidias del déficit público. En primer lugar porque, como el resto de partidos neoliberales, usan la demagogia de que el problema en España y, por extensión, en la economía europea es el déficit público. La gente tiene poca memoria histórica y suele confundir causas con consecuencias. La causa de nuestro déficit público no fue el exceso de gasto y lo manirroto de nuestras decisiones políticas. El déficit se creó para que la actividad del sector privado no se frenase, se creó porque nuestro sistema financiero recibió una transferencia de rentas valorada en 200.000 millones de euros para que no quebrase. Además la propia crisis económica gesta en el sistema financiero generó una caída de ingresos del 30%, que es lo que el Estado todavía no ha logrado compensar, ni lo logrará si sigue fomentando políticas que activen la recesión, ya que por cada 0,67 puntos que se reduce gasto público la economía se contrae en 0,55 puntos. Además el problema del crédito en España no está relacionado con la deuda pública, sino con la privada. Si en España la deuda pública se sitúa en el 67% del PIB la privada alcanzó el 292% con un monto total de más de 3 billones de euros. Al tener las empresas un nivel de endeudamiento tan alto no pueden invertir y generan destrucción de empleo y de actividad económica, entrando en un círculo autodestructivo que sólo podría detener la acción del Estado generando una actividad económica inducida por la deuda pública.

Pero la insidia política del PP no se produce respecto de sus presupuestos ideológicos equivocados, que la historia reconducirá, eso sí, a través del sufrimiento de una o dos generaciones, sino porque utiliza el arma política de la mentira reiterativa…. En el año 2010 España contaba con un déficit público del 11,1% y reducirlo al 8% en un contexto económico plano, la economía sólo creció el 0,7%, me parece toda una proeza económica del último gobierno. Además la desviación de 2 puntos del PIB se sitúa en un 75% por el desfase de las comunidades autónomas, por tanto, ¿cómo es posible que el PP utilice políticamente una desviación que ha sigo generada mayoritariamente por ellos? ¿Cómo es posible que a uno le sorprendan e inculpe a otros de sus propios actos? Además, el Gobierno está negociando en Bruselas relajar unos objetivos del déficit público que le parecen excesivamente draconianos para nuestra economía, por tanto, no está de acuerdo en que se produjera un ajuste fiscal tan alto, por tanto, está de acuerdo con la política económica llevada a cabo en los últimos meses por su antecesor.

El otro campo de insidias es el del mercado laboral. Es cierto que España heredó un mercado laboral rígido del franquismo, lo que se puso de manifiesto durante la otra gran crisis de nuestra economía, la que frenó los “felices años del 600 y la emigración hacia Alemania”. Aquella se conoció como el crack del petróleo de 1973, aunque en España la transición política retardó los ajustes y las consecuencias de la crisis hasta 1977. El régimen de Franco impedía las libertades sindicales y mantenía unos salarios bajos respecto de los trabajadores de su entorno, para fomentar su “paz social”. Esto hizo que durante esta crisis la mayoría de los 900.000 puestos de trabajo que se perdieron fuesen debidos a cierres patronales, ya que estas empresas no podían trasladar los costes a sus trabajadores, disminuyendo el salario o reduciendo sus plantillas. El enfrentamiento exitoso de esta crisis por parte de los agentes sociales y políticos fueron los Pactos de La Moncloa. Estos ya produjeron una flexibilización del mercado laboral, bonificaron las nuevas contrataciones reduciendo en un 50% el pago que tenían que hacer las empresas a la seguridad social y permitieron la contratación eventual.

Desde entonces se han sucedido, una tras otra, medidas tendentes a flexibilizar el mercado laboral. Aquí esbozaremos un resumen sucinto y poco exhaustivo, ya que ésta ha sido la única receta económica que han aplicado nuestros gobiernos, tanto del PSOE como del PP, en democracia, de ahí la extensión del relato si tradujéramos al detalle los decretos y reformas que han flexibilizado nuestro mercado laboral. En 1980 se aprobó el Estatuto de los Trabajadores que redujo de 48 a 42 las mensualidades que recibía un trabajador por despido improcedente. El Acuerdo Interconfederal de 1983 estableció los contratos en prácticas, de aprendizaje y a tiempo parcial. La Reforma del Estatuto del Trabajo de 1984 amplía la contratación laboral en catorce nuevas modalidades, entre ellas los famosos “contratos basura”. En 1988 la temporalidad afecta ya al 25% de los asalariados y al 57% de los contratos en menores de 30 años. La Reforma Laboral de 1994 introduce la contratación a través de empresas de trabajo temporal y convierte el desempleo en un negocio. En 1997 el PP introduce el contrato con indemnización de 33 días por año trabajado y un máximo de 24 mensualidades. El gobierno de Zapatero también llevó a cabo reformas laborales tendentes a la liberalización y el despido, como la introducción del despido procedente por causas económicas futuras. Ahora se aprueba una nueva reforma laboral, porque nuestro mercado laboral es dual y rígido.

Llevamos 30 años de reformas de flexibilización del mercado laboral que sólo han conseguido el objetivo que se proponía, reducir el poder de los trabajadores frente al empresario (un liberal diría sindicatos, como si esto fuera algo ajeno a los derechos de los trabajadores), así como aumentar nuestras diferencias sociales y de renta. ¿Cómo se puede decir que estamos ante un mercado laboral rígido después de 30 años flexibilizandolo? Para los trabajadores, lo único que se ha conseguido es que la temporalidad se sitúe en el 34% y que el trabajo ya no sea sinónimo de calidad de vida en Occidente. Por cierto, tampoco han conseguido repartir el trabajo y reducir el desempleo, ya que este, cuando sufrimos una crisis económica en España, siempre se sitúa entre el 18 y el 25% sea cual sea la regulación de nuestro mercado de trabajo. Esta es la mayor insidia de todas ¿cómo es posible que los liberales sean capaces de argumentar que es necesario reducir la dualidad de nuestro mercado laboral cuando han sido ellos los que la han creado? ¿Se soluciona la temporalidad laboral haciéndonos a todos temporales?

Otra gran insidia es que nuestra ventaja comparativa en lo económico no es el coste laboral, sino la tecnología, infraestructuras y nuestros recursos humanos (formación de nuestros trabajadores), aspectos estos que necesitan de la financiación del Estado. Estamos perdiendo productividad y mercados al renunciar a nuestros puntos fuertes en economía y quieren ponernos a trabajar “como chinos” para competir globalmente en un ámbito donde tenemos la partida perdida de antemano.

Esta reforma no solucionará el problema del desempleo, facilitará el despido y ya hemos visto que nuestro problema en la última crisis era que las empresas no tenían ningún impedimento para despedir y realizaban el ajuste por esta vía. En España tenemos los salarios más bajos de Europa, y la reforma actual permite la vinculación de los salarios a la productividad. La pregunta es cuánto más podrán estos ajustarse en España. ya que por debajo del salario mínimimo interprofesional, será más rentable cobrar un subsidio social que llevar a cabo el desempeño de un trabajo semanal de 40 horas. ¿Este gobierno se cree que la gente trabaja por gusto? ¿Cómo va a solucionar la crisis económica, en un país que era capaz de expulsar del mercado laboral a 200.000 personas al mes, el despido de 33 días por año trabajado en vez de 45 y la generalización del despido procedente (20 días por año trabajado)?. La única respuesta posible es que nos convertirá en un país más pobre e injusto, con menor capacidad emprendedora y un mercado laboral cercano a la tiranía, donde el único incentivo del trabajador será el miedo. Esto es lo que tiene la nueva religión… digo el liberalismo que sus premisas no tiene por qué ser llevadas ante el tribunal de la historia y los hechos, nunca se equivocan.

En fin, otra insidia más, que no resiste la comparación de los datos ni el pensamiento racional, pero una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Esto lo decía Goebbels, el político que tenía que vender a través de los medios de comunicación el nazismo, y que situó a la entrada de Austwicht un cartel con las palabras el trabajo os hará libres, tal vez porque también en los campos de concentración el marketing tenía la misión de estimular la productividad.