domingo, 4 de marzo de 2012

LA TEORÍA DEL VOTANTE ADICTO


En el fondo, la política no es sino la expresión de la estructura de pensamiento dominante. En palabras de Marx sería la superestructura, que es fiel reflejo del poder económico. Por eso en épocas de crisis como la actual, cuando se resquebraja el soporte que la sostiene, ésta se tambalea ante nosotros sin dirigirnos con firmeza hacia una nueva estación.

Tal vez no pueda ser de otro modo. ¿Qué sistema es capaz de sostener una dirección contraria a la mayoría? ¿Puede en una democracia una minoría ser elegida por una mayoría? Para no cargar las tintas sobre el modelo, sino sobre el sistema, me haría también la siguiente pregunta ¿Puede una dictadura ser financiada con recursos militares y financieros minoritarios? Creo que la respuesta se hace evidente. De ahí que la desorientación del sistema político ante la crisis económica sea la misma desorientación que vive la mayoría social que en su día impulsó un proyecto político de “éxito”.

En la Tierra todo el mundo tiene claro que la crisis económica es fruto de una globalización desregularizada y de los excesos de un liberalismo que ha sido aplicado con éxito durante décadas y que ha aumentando las desigualdades sociales y horadado el poder de los estados. A la altura del año 2012, tras tres décadas de políticas neoliberales, todavía algunos se atreven a relatar que el problema son el Estado, los funcionarios, sindicatos, trabajadores perezosos, etc. Como si estos elementos sociales hubieran podido frenar las ambiciones económicas de los mal llamados “emprendedores” o “ingenieros” financieros. Señores, no estamos en el año 1973 con un mundo dominado por el comunismo, la socialdemocracia y los sindicatos de clase; ¡qué más quisiéramos! Ya no se puede seguir echando la culpa de la resaca a unos comensales que ya no están en la mesa.

Pero no voy a profundizar en un relato que es “hijo de la razón Ilustrada”, trufado de categorías universales. Una Ilustración suicidada por esa Postmodernidad financiada por los liberales, aquellos que no querían vivir bajo un relato colectivo, sino disfrutar de sus hazañas individuales. Por tanto, a la sociedad sólo le queda un discurso presentista y atomizado que en épocas de crisis se presenta bajo las etiquetas del “miedo” y el “sálvese quien pueda”. Por tanto, la crítica se dirigirá hacia los sectores más débiles de la sociedad, aunque sean los menos responsables de la crisis, para ver si todavía podemos beneficiarnos del mismo perro famélico y lleno de pulgas que ya ha sido explotado durante décadas, pero que todavía vive, aunque sólo sea su recuerdo. El miedo a perder lo poco que nos queda o la imposibilidad de imaginarnos un futuro colectivo mejor nos hace postrarnos ante el poder vigente, aunque sepamos que éste es el responsable de nuestra situación y que continuará en su descenso decadente arrastrando todo a su paso (empleo, sanidad, educación, futuro…), porque si en el descenso nos situamos encima de otros, tal vez, estaremos un poco más cómodos.

Todo esto es una explicación suficiente para entender cómo los políticos y partidos que mantienen el modelo que nos sitúa en la crisis han triunfado y cómo a pesar de tomar medidas que nos empobrecen (reforma laboral) los seguimos apoyando. Aun así, creo que hay otra explicación más profunda y psicológica, la teoría conceptualizada como el “votante adicto”. Éste tiene miedo a salir de la decadente vida en que se ha convertido su entorno, desoye las llamadas de ayuda del exterior y considera que son enemigos todos aquellos que critican la situación en la que viven, es decir, los analistas objetivos se convierten en conspiradores. A esta situación se añaden las consecuencias de la convivencia con estas políticas durante largos periodos de tiempo, lo que comúnmente se denomina el “mono”. Los heroinómanos coinciden en que siguen drogándose porque buscaban experimentar la sensación irrepetible del primer chute, pues bien, eso creo que hace la sociedad española en crisis, intentar volver a experimentar el chute de la construcción de 1996. A pesar de que el culpable de la crisis económica en España ha sido la sobredimensión del sector de la construcción, llamamos al poder a aquellos que la provocaron por ver si vuelve al experiencia de 1996, millones de puestos de trabajo sin cualificación y bien remunerados.

A ello también se suma la política del miedo que imposibilita a uno imaginarse un mundo diferente, algo que siempre conviene a los que detentan un poder cuestionado, pero eso es un tema para otro artículo. De momento, sólo espero que algún día toquemos fondo y busquemos un despertar sin todo aquello que nos ha condenado a una vida en la oscuridad (crédito fácil, neoliberalismo económico, construcción, corrupción, etc.).


6 comentarios:

  1. Leyendo el artículo me viene enseguida a la mente el fascismo como ideología y praxis no derrotada, basada en el miedo a la proletarización. Entonces, años 20, el enemigo era el espectro del comunismo en su versión bolchevique.
    En la actualidad, en lugar de proletarización se teme a la tercermundización; y en ese caso, el enemigo serían las teocracias musulmanas y el neofascismo lo encarnaría ¿a su pesar?(paradojas de la Historia) el estado de Israel.
    Aquí en España, descubierto el poder de las urnas, el nacional catolicismo contraataca. ¿Hemos vuelto a una estructura sociopolítica parecida a la de los años 30 aunque envuelta por el ropaje religioso y/o deportivo?
    Y respecto a tu teoría de la adicción del votante, yo le añadiría un componente sadomasoquista en la búsqueda del placer.
    Un saludo.

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  2. Estoy de acuerdo con tus comentarios, lo que da miedo de nuestras sociedades son los paralelismo con Entreguerras. Qué lucha...

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  3. El miedo llama a la ira, y la ira al lado oscuro de la fuerza, como diría el venerable Joda...

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  4. Hola Helí, me llamo Pedro y soy hermano de tu compañera Concha. Me ha insistido hasta el hartazgo de que te leyese y, sobre todo, de que hiciese algún comentario a lo que habías puesto. Ya le dije que te había leído y que me había gustado bastante la reflexión de esta entrada, pero esto no le calmó y me ha seguido dando la barrila para que realizara una crítica, no necesariamente constructiva.

    Bueno pues... en realidad estoy de acuerdo contigo en el conjunto de lo que expones. Si pusiera una palabra clave para los curiosos a lo que les cayese en sus manos el escrito antes de leerlo diría: “borreguismo” (a ti no, ¡claro!). No quiero con esto hacer un insulto banal de la ciudadanía, sino de algo de lo que realmente has hablado: el comportamiento gregario de los seres humanos. A mí ya me parece suficiente “explicación profunda y psicológica” este comportamiento innato que tenemos, que se manifiesta con más intensidad ante una situación de miedo o de pánico haciéndonos postrar “ante el poder vigente, aunque sepamos que éste es el responsable de nuestra situación”.

    El gregarismo me fascina aunque tampoco he leído mucho sobre ello. A las conclusiones a las que llego se puede observar en cualquier documental de naturaleza a la hora de la siesta. Soy consciente que recurrir a lo “natural” es una táctica para ideologizar a conveniencia (utilizar la naturaleza para fundamentar por ejemplo la preeminencia del macho sobre la hembra, rechazar la homosexualidad al no darse en el reino animal, la ley de más fuerte); aun así, no está de más ver a un rebaño de bóvidos en fuga para comprender como un conjunto de elementos parece actuar como uno solo pero que, en realidad, si nos fijamos bien es un trabajo individual sumamente egoísta. Un “sálvese quien pueda” donde algunos ni siquiera han llegado a ver el motivo del peligro que le ha llevado a huir en estampida y que le obliga a darse codazos con los vecinos para ganar el centro de la manada y asegurar su bienestar particular.

    Por supuesto que el ser humano es más complejo y su comportamiento daría para incluir más elementos de análisis. Por ejemplo, con la caída del muro de Berlín ha supuesto el fin de las ideologías o, por lo menos, de alternativas. Especialmente me sorprende que en Rusia, un país infectado por la corrupción y donde aumenta la desigualdad, no sea capaz el partido comunista de desacreditar la democracia “occidental” y hacer frente a los tejemanejes de una élite política. Había creído que, habiendo sido la URSS una potencia mundial, con un férreo control de seguridad ciudadana, saldría a relucir el comportamiento gregario de sacrificar esa “libertad” que ni huelen, por la tranquilidad de la seguridad en lo poco y la sensación del orden que proporcionaba el mundo gris de la CCCP. Pero esto otro tema, lo que nos interesa es que, sin el bloque soviético, la socialdemocracia se quedó sin primo de zumosol y llegó “el fin de la historia” que tan bien nos predijeron en su programa de ruta.

    (continúa)

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  5. (sigue)

    No quiero extenderme mucho más con esto. En tu reflexión nos hablas la teoría del “votante adicto”. Aquí si disiento algo pero no es relevante. Relaciono la adicción a “un mundo que no volverá” para intentar comprender la inexplicable inacción, pero no soy tan compasivo con esa idea de ensoñación por el recuerdo de tiempos mejores. Ahora lo que vemos es un simple comportamiento gregario que ha salido a relucir y donde todos estamos a codazos mirando por nosotros mismos de manera individual (no más allá del núcleo familar más cercano). En el actual situación social se valora el sacrificio a perder cosas prescindibles por temor a perder algo más imprescindible: la seguridad personal, sin importar el vecino.

    Al igual que la publicidad en los medios de cualquier producto conoce a la perfección el comportamiento social para engatusar al ciudadano a comprar su producto, los gobernantes también saben utilizar las herramientas apropiadas para manejar un rebaño. Ahora bien, la historia esta llena de acontecimientos donde: o bien no se ha ponderado mal el sacrificio que se exigía (no sabiéndose bajar de la burra) o bien se ha llegado a una situación límite donde los búfalos se dan la vuelta y se enfrentan a sus perseguidores. Es loable plantar cara, pero lo malo ya lo sabemos: en situación crítica no siempre llega lo bueno.

    Saludos y encantado de conocerte.
    Pedro.

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  6. Muchas gracias por tu comentario, Pedro. En líneas generales estoy de acuerdo contigo, sobre todo, me ha servido mucho tu aportación de dejar claro que la adicción al pasado, en ningún caso debe suponer una defensa de un mundo mejor. Si algo tenemos claro los que hemos estudiado historia es que éste sólo se pude buscar en el futuro. También creo que la mayor riesgo de esta crisis es la derrota de la seguridad personal en beneficio de una seguridad económica, que no era sino, en mucho casos, adicción a un consumismo prescindible. También creo que, como en Entreguerras, las tensiones económicas acabarán por poner en juego las libertades políticas e individuales.

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