
El neoliberalismo es la única ideología con capacidad de acción en Occidente, después de la caída del Muro de Berlín. Como toda ideología, ésta se sitúa por encima de la realidad, sus presupuestos ideológicos generarán el mejor de los mundos posibles, pero siempre en el largo plazo. En el corto y medio plazo hay que seguir eliminando aquellos obstáculos que hacen imposible el paraíso en la Tierra, aunque esto suponga el sufrimiento de millones de personas en el presente; como dirían los halcones del Pentágono son “daños colaterales”.
Esta realidad a un nivel práctico la encontramos de un modo paradigmático en el FMI, el guardián de la ortodoxia neoliberal de los estados en dificultades. Lo malo de endeudarse en este mundo no es el hecho en sí, sino la posibilidad de que esto te lleve a pedir prestado dinero al FMI y, asociado a ello, tengas que seguir las recetas económicas de sus economistas, unos hombres llenos de ideología que desconocen la realidad económica de los países sobre los que actúan. Esta combinación explosiva ha demostrado, a lo largo de la historia, que los países con problemas de deuda tardan más en recuperarse de las medidas económicas impuestas por los economistas jefe del FMI que de la propia deuda. Hasta esta crisis éstos se hallaban lejos de nuestro país, entretenidos en robarle una década a América Latina, pero los latinoamericanos se cansaron de ellos y tuvieron que situar sus ojos al otro lado del Atlántico. Para España, uno de los países más afectados por el problema de la deuda, propusieron lo que siempre proponen bajo cualquier circunstancia y momento, subir los impuestos indirectos y liberalizar el mercado laboral. Como siempre y por enésima vez nuestros gobernantes agachan la cabeza y decretan lo que el Fondo les dicta; las consecuencias, como siempre, son las mismas: más recesión y aumento de la tasa de paro. La respuesta del FMI también es siempre la misma, en dos años se crecerá (en 2010 anunciaban un crecimiento para España del 2,5% del PIB en 2012) y si no se crea empleo es que el mercado laboral necesita otra reforma liberalizadora (El País, 27–07–2012). ¿Cómo es posible que gente que dedica toda una vida a la economía siempre dé las mismas recetas económicas?
Esta realidad que está llevando nuestra economía al desastre se impone al resto de ciudadanos, aquellos que no disfrutamos de los paraísos mentales que genera el neoliberalismo, mediante lo que he denominado la Teoría de la Termita. Como bajo el neoliberalismo los enemigos a batir siguen siendo el Estado y los ineficaces servicios públicos, la gente tiene que “ver” que una gestión pública es tremendamente ineficaz y costosa, para llevar a cabo la teatralización los neoliberales montan partidos políticos que representan este esquema mental. Estos gestores públicos, elegidos legítimamente por el pueblo, se encargan de destrozar la gestión pública. Esto es lo ocurrido con las cajas de ahorro. Las convierten en instrumentos financieros al servicio de sus amigos (financiación de parques temáticos, empresas insolventes, etc.), al servicio de sus megalómanas ilusiones constructivas (aeropuertos, trenes de alta velocidad, etc.) e, incluso, de sus cuentas corrientes (pensiones multimillonarias, dietas no justificadas, etc.) Al cabo de unos años de gestión las cajas de ahorro se declaran insolventes, pero el gestor “neoliberal” consigue todavía un objetivo mayor y mejor para sus intereses, el ahorro de los ciudadanos. Porque los medios de comunicación y la sociedad no se levantarán contra unos gestores que han robado y vaciado de contenido sus cajas de ahorro, sino que se levantarán contra un sistema que no funciona. En los próximos años España tendrá que sustituir 1.500 millones de euros que las cajas de ahorro destinaban a proyectos sociales, culturales o medio ambientales; tendrá que sustituir el crédito para proyectos empresariales en medios, como el rural, nada atractivos para el capitalismo financiero; y los usuarios tendrán que pagar más en comisiones porque los bancos gestionen sus ahorros. Por cierto, unos bancos cuyos consejos de administración destinarán más dinero en dietas y pensiones que las cajas de ahorro, pero esto ya no es criticable porque entra dentro del esquema neoliberal. En los siguientes años la Táctica de la Termita se extenderá al resto de servicios públicos, una sanidad y educación públicas con los recursos diezmados perderán capacidad de gestión, prestarán peores servicios a los ciudadanos y, entonces, volveremos a exculpar a los gestores y centrar nuestras acusaciones en un sistema público ineficaz que es mejor que privaticen.
Que fácil es el mundo para un neoliberal, en el futuro un paraíso de mercados privados sin trabas estatales generarán un crecimiento económico virtuoso e indefinido. En el pasado el ineficaz y malvado Estado con sus regulaciones y servicios públicos ataba las posibilidades del enriquecimiento personal… por muchas liberalizaciones y desregularizaciones que se hiciesen. En fin… Un bonito cuento para quien se lo crea.