miércoles, 27 de agosto de 2014

NO ES ECONOMÍA, ES FANATISMO



En Europa nos encaminamos hacia una tercera caída generalizada de la economía, dentro de lo que se ha venido a denominar la Gran Recesión. Éste sería su séptimo año y, para muchos países de Europa, como España, esta es la época de su historia donde durante más tiempo se ha convivido con tasas negativas de crecimiento. Una recesión o crisis económica es la constatación empírica de que no se están asignando de una manera adecuada los recursos económicos, tanto públicos como privados. En una economía desarrollada los primeros suelen suponer más de un tercio y los segundos menos de dos tercios. Por tanto, lo primero que tendríamos que hacer es modificar la asignación de recursos que nos ha llevado a esta situación, es decir, cambiar las políticas económicas impuestas desde el Banco Central Europeo, tanto públicas como privadas. Como Shakespeare hubiera dicho hoy, algo podrido huele en Berlín, pero lo peor es que sigue oliendo y nada hace pensar que dejará de hacerlo en un futuro próximo.
Las políticas económicas que se han aplicado en el mundo desde la última recesión, el crack del petróleo de 1973, han sido las neoliberales, reforzadas por el hundimiento de la alternativa soviética en 1991. Como dijera Fukuyama en su ensayo El fin de la historia, sólo existe el camino de la democracia liberal y la economía de mercado para las sociedades del siglo XXI. El problema es que este camino se muestra, cada año, más angosto y sombrío para una mayoría de la población, en Europa y en el resto del mundo. Pero si sabemos, si constatamos estadísticamente todos los trimestres, que estas políticas son un error, entonces, ¿por qué seguimos aplicándolas?, ¿por qué seguimos errando año tras año…? Unas políticas que, además, pese a su fracaso empírico, ganan más y más gobiernos; el último el de Hollande, que precisamente se alzó con el poder con un discurso contrario a las mismas, e iba a ser la “última esperanza socialdemócrata” que derrotase a Merkel. Sin embargo, su combate contra el neoliberalismo no ha durado ni un asalto.

Siguiendo con el relato principal, ¿por qué se mantiene en la agenda política la implementación de unas políticas económicas que están destinadas al fracaso, que pueden incluso destruir el sistema político que las ampara? La respuesta es que éstas tienen mayor fuerza que la realidad, la de la religión. Las élites económicas y políticas de Europa, sobre todo en el norte, llevan durante siglos, desde el XVI, conviviendo con una práctica moral que vincula gracia divina y beneficio económico, que considera la ganancia comercial como un presente de Dios. Una moral económica que es optimista para los que triunfan y despiadada para los que fracasan, que es indiferente a las estadísticas y resultados empíricos, porque sus agentes políticos y económicos están llevando a cabo un plan divino, donde el objetivo de las políticas de austeridad es castigar a una clase trabajadora cuya falta moral (escasa competitividad) es causante de la actual crisis económica y sólo una mejora de las exportaciones (gracia divina) será capaz de restaurar nuestras economías, de ahí que el país con más exportaciones del Mundo (Alemania) sea el representante en la tierra de las políticas económicas divinas. En palabras de Bill Clinton: no es economía estúpidos, es fanatismo

2 comentarios:

  1. Qué escatológico todo... Más que fanatismo, parece falta de creatividad y mucha comodidad. En mi opinión, la crisis no ha tocado a todos por igual, y si Alemania salió indemne, no ha tenido ninguna razón de peso para modificar su modelo productivo ni su política económica. El fanatismo viene después...

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  2. Este artículo venía a cuento de un texto que leí de Touchard sobre la revolución puritana del siglo XVI. Me quería referir a cómo determinados prejuicios, que en este caso vienen del lado de la religión, se van estableciendo como dogmas en la sociedad y, sin saber de donde vienen, viene condicionando diferentes ámbitos de la vida, en este caso el económico.
    Además Alemania estuvo diez años en crisis, también sufrió las políticas de austeridad y hoy tiene a millones de trabajadores con salarios de subsistencia. El hecho de que vengamos de la época de mayor crecimiento de la historia y que una recesión y políticas económicas erróneas tengan recorrido, no quiere decir que éstas sean correctas.

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