El FMI es una institución creada en 1945 a partir de los
acuerdos de Bretton Woods. La función de este organismo era estabilizar el
mercado de divisas internacional y asegurar, de este modo, la posibilidad del
libre comercio y el flujo internacional de capitales, algo que se había
desestabilizado en Entreguerras al mostrarse imposible el mecanismo del patrón
oro. En la actualidad dispone de 1 billón de dólares para llevar a cabo su
labor y evitar las crisis financieras y los problemas derivados del exceso de
endeudamiento entre los países que pertenecen a este organismo internacional. Esta
cantidad de dinero es aportado por sus 188 países miembro, según su riqueza del
PIB, externealización de su economía, volumen de reservas internacionales en
sus bancos centrales y otras variables. El país que más dona a este fondo y,
por tanto, tiene mayor capacidad de decisión es Estados Unidos (16,78%), al que
siguen Japón (6,02%), Alemania (5,88%), Gran Bretaña y Francia (4,86%), China
(3,66%), etc. A España le corresponde el 1,63% de los votos.
Una vez analizada su compleja estructura y determinada la
cuota de poder que le toca a cada país en la institución que gobierna y dirige
la internacionalización del capitalismo, la pregunta es: ¿en qué nos estamos
gastando 1 billón de dólares? En una institución que no tiene un control
democrático y que no responde de las nefastas consecuencias de sus actos y
consejos. En su gestión de la crisis asiática de 1997 llevó a países como
Indonesia a perder el 13,5% de su PIB y elevó en 20 millones el número de
pobres del país; el único país que se recuperó de un modo rápido y sin grandes
traumas fue Malasia, que mantuvo los controles de capitales y elevó el gasto
social, es decir, no hizo caso de sus consejos. Sobre este caso recientemente
el FMI tuvo que pedir perdón por sus políticas, lo mismo que en Grecia donde
esperaban que el PIB sólo cayese el 5,5% y la tasa de paro el 15%, datos éstos
desmentidos por la “cruda” realidad que ha mostrado una caída del PIB del 17%,
de momento, y una tasa de paro que ya supera el 25%. Las recetas del FMI han
arrasado la economía griega y éste pide disculpas, al tiempo que receta nueva
austeridad para el conjunto de las economías de la UE. Es como si estuviéramos
ante una irritante versión de Alicia en
el país de las maravillas de Lewis Carrol, donde la reina de corazones
presa de su locura gritaba una y otra vez: ¡¡Que
le corten la cabeza!!, ¡¡Que le corte la cabeza!! Su locura era tal que se
mostraba evidente en el surrealista y mágico mundo que describió este autor
inglés del siglo XIX. En este mundo loco de la crisis y el capitalismo global
hay una institución que, cada día, parece más disonante en sus gritos: ¡¡Qué
reduzcan el gasto público!! , ¡¡Que flexibilicen el mercado laboral!! Desde su sede
central en Washington D. C. hace décadas que sólo se oyen estas palabras, intentando
ahuyentar al fantasma de Keynnes.
¿Por qué le hacemos caso si hasta ellos reconocen que sus
políticas son equivocadas? ¿Por qué si la evidencia histórica ha demostrado que
una y otra vez sólo generan recesión, pobreza e inestabilidad política y
social? ¿Por qué subvencionamos a economistas que sólo saben decir la misma
cosa?
No hay comentarios porque es la cruda realidad....
ResponderEliminarMuy divertido (dentro de lo trágico) y con humor. Que nos corten la cabeza!!!!! Me pregunto que pasará cuando no tengan más cabezas que cortar.
ResponderEliminarPrincipalmente trágico Angelillo,
ResponderEliminarY yo me pregunto ¿no hay ninguna voz discrepante capaz de pasearse entre los simples mortales, a los que los datos macroeconómicos nos importan un rábano, y darse cuenta que el empobrecimiento social es real?