sábado, 9 de julio de 2016

UN MUNDO FELIZ: UNA LECTURA ACTUAL


Aldous Huxley escribió su novela más emblemática, Un mundo feliz, en el año 1932; con ella intentaba describir los convulsos acontecimientos que estaba protagonizando la sociedad de Entreguerras. En esta se produjo el ascenso de la sociedad de masas a golpe de producción en cadena, siendo sus principales engendros políticos las dictaduras totalitarias de Hitler y Stalin; aunque, como toda buena novela moderna, esta trasciende la época en que fue escrita y está llena de referencias a categorías universales, planteando una lucha nada optimista entre la libertad del individuo y la sociedad en la que vive, sus leyes, su escala de valores, sus costumbres, sus modas, etc. Esta sociedad en Huxley se convierte en el perfecto gineceo que impide que se desarrolle el individuo y, por tanto, la libertad.
A lo largo de esta dictadura distópica, curiosamente, el autor parece justificar, mediante la guerra o la revolución la necesidad del control social o, al menos, dar causa al origen del mismo. El autor tenía en la retina el recuerdo de la I Guerra Mundial (1914 – 1918) y en su novela, la Guerra de los Nueve Años justifica el desarrollo de un sistema de control a partir de la tecnología: selección mediante ADN, condicionamiento clásico o pavloviano desde el nacimiento, inducción constante de sesiones de hipnopedia y, para los episodios coyunturales de pérdida de “felicidad” pasajera, un chute de soma. Este control social se extiende a toda clase de sentimientos y, así, se toman todas las precauciones para que las relaciones sean lo más superficiales posibles, para que, de este modo, nadie se implique emocionalmente. En resumen, como en el propio libro describe el autor, se ha desarrollado un cristianismo sin lágrimas. Este control de los individuos también sirve para establecer una perfecta jerarquía de la sociedad. La población, desde el nacimiento, se encuadra en Alfas, Betas, Gammas, Deltas y Epsilon, según sus capacidades, ya que de otro modo estos se hubieran autodestruido luchando por los mejores puestos de la sociedad, como demostró uno de los experimentos en que se eliminaron las jerarquías sociales y la revolución acabó con la mitad de la población.
La conclusión final a la que nos aboca la lectura es que el autor nos ha situado ante una dictadura de carácter estructural, donde el máximo dirigente que aparece en la novela, Mustafá Mond, parece una pieza más del engranaje que ha sido situado allí por sus aptitudes y que, al igual que él sustituyó a otro consejero, este también será sustituido. Pese a su consciencia de la distopia de la que forma parte y del acceso a conocimientos diferenciados respecto del resto de la población, este no hará nada que ponga en riesgo la sociedad “perfecta” que ideó Huxley, más bien todo lo contrario. En resumen, el verdadero filo ejecutor de los individuos que forman esta sociedad son el desarrollo y la tecnología, unos entes abstractos que han situado como fines absolutos la felicidad y la estabilidad, frente a la verdad y la belleza, algo vetado a la mayoría de la población.
Frente a la abrumadora realidad anterior se alzan, en Islandia, como una resilencia del pasado, los salvajes, aquellos que viven condicionados por sus sentimientos: sufren, sienten dolor, lloran, padecen y, del mismo modo, también conocen la alegría, la felicidad y la satisfacción. A través de un viaje a esta isla que llevan a cabo Bernard y Lenina, dos miembros un tanto inconformistas de la distopía, Huxley establece una ruptura literaria con algunas de las convenciones más arraigadas de la cultura occidental, situando en un ambiente salvaje y de “rechazo” por la parte más civilizada de la sociedad convenciones tales como la vejez o la maternidad, aspectos que en la tecnocracia de Huxley habían sido desterrados y que sus habitantes las descubrían con asombro, comicidad e, incluso, horror. La ruptura de las normas sociales llega a tal extremo que la familia es perfectamente identificada como una mera convención social. También será en esta isla donde aparezca el auténtico protagonista de la novela, John, que, como no podía ser de otro modo, se nos presenta como un auténtico inadaptado social, un espíritu libre que nada entre dos mundos y que vive el rechazo de ambos.  

En resumen, una novela recomendada para aquellos que sientan la amenaza de la biotecnología, la robótica y la Inteligencia Artificial, nuevos campos que ha desarrollado la ciencia y que amenazan el mundo que conocemos, aunque de nuestra “libertad” en el uso y abuso de dichas tecnologías siga dependiendo el futuro que ahora estamos construyendo. 

1 comentario:

  1. Les diré a mis alumnos que no lean tu entrada. Les pongo este libro como una de las posibilidades de lectura para primero de bachillerato. Lo que me fastidia de esta obra es que después de una primera parte excelente, el libro decaiga tanto, como si a Huxley le diera pereza seguir escribiendo. Curioso lo que dices de las élites: al igual que en 1984 de Orwell, las élites son engranajes; no sé si ese desapego del poder es lo que hace estos dos libros no solo distópicos, sino muy alejados de la realidad.

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