miércoles, 7 de septiembre de 2016

DEMOCRACIA Y VOLUNTAD POPULAR

Fuente: http://www.eldiario.es/norte/cantabria/primerapagina/Europa-ovejas-blancas_6_487911244.html Data: 7/9/2016

Desde que en el año 1762 Jean-Jacques Rousseau publicase su magistral El Contrato Social, hemos vinculado la democracia y el principio de la soberanía nacional como conceptos idénticos, cuando esto no es del todo cierto. La democracia es algo más que la expresión de la voluntad popular, es Rousseau, pero también Montesquieu y Voltaire, es decir, un equilibrio de poderes y un espacio de libertad y convivencia. Pese a citar a los grandes autores de la Ilustración no reivindico la democracia liberal del siglo XIX que tuvo su síntesis en la obra de Condorcet, sino que me opongo precisamente a sus bastardos contemporáneos, aquellos que engendra el neoliberalismo postmoderno de principios del siglo XXI, al desarrollar hasta el paroxismo una conciencia individual que se proyecta en el conjunto de la sociedad. Esto ha llevado a que una parte de la ciudadanía vea los referéndums como la mejor forma de representar, en democracia, a los individuos. No porque pensemos que este instrumento recoja una voluntad social a la que debamos someternos, sino porque extrapolamos nuestra conciencia a lo colectivo y creamos un superyó en el que nos sentimos representados sin intermediaros, lo cual es una experiencia psicológica liberadora. Como he subrayado al inicio de este capítulo la democracia no sólo debe recoger la aspiraciones de los individuos que forman una nación, ya que esto tiene riesgos para sus libertades fundamentales. Los ejemplos son múltiples, no sólo en la historia, sino también en la actualidad.
En la historia todos conocemos el ejemplo de la II República francesa (1848). Tras la victoria del pueblo de París en la Revolución de 1848 esta decretó el sufragio universal masculino, fijó por primera vez en la historia de Francia un límite en la jornada laboral (10 – 11 horas diarias) y estableció el derecho del trabajo para todos los ciudadanos. Es decir, llevó a cabo un avance sin precedentes, desde la Convención (1792 – 1795), de los derechos políticos y sociales en la Francia postnapoleónica. Pero un referéndum le dio el poder a Napoleón III, debido a su parentesco con Napoleón Bonaparte, del que era sobrino y su apellido, por tanto, era muy popular en la Francia rural. Napoleón consiguió 5,5 millones de votos frente Louis-Eugéne Cavaignac que sólo consiguió 1,9 millones. El resultado es que todo el programa revolucionario se vino abajo, así como las aspiraciones de aquellos que fundaron la II República, la izquierda intentó el golpe fallido de 1851 y los conservadores crearon el II Imperio, de nuevo, mediante otro referéndum que esta vez acabó con la democracia.
En la actualidad también tenemos ejemplos similares. El famoso Brexit del Reino Unidos es un ejemplo donde se ve la volubilidad de estos instrumentos políticos. Después de celebrarse el referéndum el 23 de junio de 2016, la sorpresa del país fue mayúscula, incluso para aquellos que proponían la salida, la opción que finalmente se alzó con la victoria. ¿Cómo es posible que importantes miembros del partido conservador como Boris Johnson no tengan un plan para el Reino Unido después del Brexit? ¿Acaso son los referéndums una plataforma de políticos populistas que se amparan en informaciones falsas para excitar a un electorado hostil ante la realidad que vive? ¿Cómo es posible que Nigel Farage dijese que había mentido cuando dijo a los ingleses que éstos se iban a ahorrar 350 millones de libras semanales con la salida de la UE y que el dinero iría destinado a educación y sanidad?[1] Ahora son los ingleses los que quieren retrasar lo máximo posible la salida de la UE y, lo más triste, contra lo que votaron la mayoría de los ingleses, una UE símbolo de la globalización financiera que deja en la cuneta a las clases bajas y medias de la Inglaterra que no se ve beneficiada por la City, seguro que se salva a través de acuerdos bilaterales en una trastienda que está muy alejada del debate político. Así que el referéndum vuelve a tener un efecto contrario al deseado, un libre mercado con un control político todavía más débil.
Pero el ejemplo que me parece más devastador no es aquel que nos habla de una herramienta política voluble y coyuntural, sino aquel que puede recortar derechos y libertades. Esto es lo que está proponiendo el partido de extrema derecha Partido Popular de Suiza (SVP). Este en la actualidad se encuentra desarrollando la campaña “Ley Suiza, no jueces extranjeros”, ya que muchas leyes racistas que se aprobaron por referéndum no se han llegado a aprobar por la intervención del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, pero ahora la extrema derecha suiza quiere que la legislación nacional esté por encima de la justicia internacional. ¿Cuál es su legitimidad? El voto popular.
La democracia es un proceso complejo, una lucha de equilibrios y poderes que no dejan de ser también un instrumento para mejorar la convivencia de una comunidad de seres humanos que deciden transformarse en entidad política. Además, esta no deja de ser una categoría histórica que dentro de unos siglos veremos superada por otro instrumento que mejore nuestra convivencia. Por todas estas razones no podemos confiar en que la mejora de nuestra sociedad se produzca por una proyección de nuestra razón hacia el resto de la comunidad política a la que pertenecemos sólo a través de los referéndums. Quizá por esta razón nuestros sistemas políticos no acaban de salir del diván de Freud.




[1]¡http://www.eldiario.es/theguardian/final-Brexit-permanecer-Union-Europea_13_529627033_6802.html Data: 6/9/2016

1 comentario:

  1. Esto lo discutimos continuamente en clase: ¿optar por la democracia radical de Rousseau, o por la separación de poderes de Locke y Montesquieu, y el gobierno de la legalidad establecida? Los populistas están reflejados en la primera opción. Los tecnócratas y conservadores, en la segunda. Interesante, como siempre.

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