lunes, 31 de agosto de 2015

ELECCIONES EN CATALUÑA

Imagen extraída de El Confidencial: http://www.elconfidencial.com/espana/2015-08-31/anc-y-omnium-viajan-esta-semana-a-madrid-para-tratar-de-internacionalizar-el-27-s_994398/

En las elecciones de Cataluña del 27 de septiembre se dirime algo más que unas elecciones autonómicas, aunque tampoco creo que sea algo tan grande como el destino de un pueblo. Éste se va construyendo, más bien, con las pequeñas acciones de sus ciudadanos y agentes económicos y sociales en el día a día, más que con grandes hitos de la Historia. El problema de estas elecciones, al menos para mí, es que se ha generado un discurso identitario excluyente en ambos bandos.
Dentro de lo que sería el discurso nacionalista catalán, no me gusta que se centren en el ámbito económico, que muestren su falta de solidaridad con regiones mucho más pobres que la suya, que identifiquen su quehacer político diario con algo tan egoísta como las balanzas fiscales. Según los datos que el Ministerio de Hacienda publicó en el año 2014 Cataluña perdía el 6,55% sobre su PIB, frente al 15,73% que ganaba Extremadura, pero hay que completar estos datos con la renta per cápita que en Cataluña sigue siendo, según el INE para 2014, un 41,65% superior al de Extremadura, 26.996 euros frente a 15.752. Personalmente considero que la razón de un Estado es establecer un vínculo de solidaridad entre sus ciudadanos y éstos, en nuestro  sistema constitucional, forman regiones. Puedo entender que la derecha que funda las desigualdades sociales en el mérito y la capacidad defienda que los extremeños, por no mentar otras regiones, se han merecido estar a la cola de España en cuanto a ingresos y que sólo ellos tienen que solucionar su problema; pero la izquierda que entiende la desigualdad como un fenómeno estructural, fruto de la Historia, las decisiones pasadas, las posibilidades geográficas, la mayor dotación de capital humano y físico que se ha acumulado en unas regiones del planeta a costa de otras, no puede dejar a su suerte a aquellos que han sufrido un peor reparto, ni siquiera en épocas de crisis como la actual, que afectan a todas las regiones, incluida Cataluña.
Dentro de lo que sería el discurso nacionalista español, no me gusta que nieguen la realidad cultural y lingüística diferenciada de una región que tiene derecho, como lo tenemos todos y todas, a sentirnos lo que queramos, a tener libertad para elegir nuestro futuro. La convivencia se funda en el derecho a decidir, a reafirmar mi pertenencia a una entidad superior a mi persona y este es un ejercicio que no se puede negar. Los ciudadanos catalanes no tienen por qué aguantar las constantes agresiones que sufren por parte de una derecha que utiliza estos ataques para ganar votos en otras regiones. No es tolerable que se siga atacando gratuitamente a una lengua y cultura porque ésta sea diferente a la mía y en aras de una uniformidad y homogeneización que son propias del siglo XIX, no del presente. El que los catalanes tengan derecho a expresar su diferencia y que ésta sea respetada nunca debió ser puesta en cuestión por el resto del Estado español, si realmente queremos que éstos sigan perteneciendo a un espacio de convivencia común como se supone que era nuestra democracia.
Por último, tampoco me gusta la supuesta neutralidad que expresa el socialismo español, que hasta el momento había sido la mejor expresión del encaje de Cataluña en el Estado español. Éstos se limitan a elevar la entelequia de la Constitución y la legalidad en su discurso, algo que en el fondo está vacío de contenido, ya que ésta depende, en último término, de los ciudadanos sobre los que ambas rigen. Los votantes son los que aceptan dicha legalidad y cuando quieran tienen el derecho a cambiarla, si no viviríamos en algo diferente a una democracia, que Rousseau definió como el gobierno directo del pueblo. Una Constitución son las normas básicas de la convivencia de las que un Estado se dota y sólo la soberanía nacional, es decir, la explícita decisión de los ciudadanos la puede modificar, por tanto, esta nunca puede ser esgrimida en contra de los deseos de éstos. No se puede esgrimir una legalidad constitucional contra una mayoría ciudadana, ya que en último término se legitima en éstos, y ésta debe ser expresión fluida de los mismos, en ningún caso un corsé que los amordace.

En resumen, no me gustan los discursos identitarios porque como historiador he visto que, en casi todos los casos, son utilizados por unas élites para someter la voluntad de la mayoría y esconder tras ellos sus innumerables vicios, pero tampoco me gusta que me digan lo que tengo que hacer, me gusta que me convenzan. 

1 comentario:

  1. Muy buen artículo, y muy clarividente... Creo que la posición de neutralidad del PSOE se puede atribuir también al PP, com esa defensa de la legalidade vigente. Está claro que si dejásemos a los defensores de la legalidad ser los artífices de la historia, seguiríamos vivendo en una sociedad feudal o esclavista. El mundo cambia, y las leyes cambian... o desaparecen. Sería interesante hacer una entrada sobre los vícios del constitucionalismo español (o europeo, en general). Las constituciones tan amplias y ambiciosas como la española acaban teniendo una fecha de caducidad cada vez más rápida.

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